lunes, 10 de noviembre de 2008

El circuito cerebral del odio


El odio transcurre por una red neuronal única, aunque comparte áreas con el amor


MADRID.- ex-candidato a la presidencia de EEUU. Dos neonazis habían urdido un plan para acabar con su vida. En este caso, las razones del odio hacia el aspirante negro son raciales pero puede haber otras muchas motivaciones. ¿Por qué se odia a alguien? ¿Qué pasa en el cerebro de estas personas? Un equipo de investigadores británicos lo ha descubierto.
El odio es un sentimiento biológico complejo que, a través de la historia, ha llevado a los individuos a cometer tantos actos heroicos como viles. Lo mismo que puede decirse del amor. Y es que lo primero que han descubierto los investigadores del Laboratorio de Neurobiología del University College de Londres es que ambas pasiones comparten dos estructuras cerebrales, una semejanza mayor que la presentada con cualquier otra emoción. Por eso, el dicho popular afirma que 'del amor al odio sólo hay un paso'.
Para descubrir 'el circuito del odio', que es único, los investigadores observaron mediante imágenes de resonancia magnética el cerebro de 17 individuos -10 hombres y siete mujeres- mientras veían fotos de caras de personas por las que sentían una seria animadversión (cedidas por cada participante) alternadas con otros rostros neutrales, que no despertaban en ellos ningún tipo de sentimiento.
De esta forma vieron las áreas neuronales que se activan al odiar. Sus resultados, que se publican en la revista 'PLoS One', muestran que la red que se pone en marcha con esta pasión irracional implica a dos regiones que juegan un papel importante a la hora de generar un comportamiento agresivo y en trasladar posteriormente esta conducta a la práctica. Dichas zonas son el putamen -un núcleo situado en el centro del cerebro-, y la ínsula -en la superficie lateral de dicho órgano-.
Los investigadores explican que "estas mismas áreas son las que se activan en el amor romántico".
Varios trabajos han demostrado que entre las funciones en las que participa la ínsula se encuentra la de catalizar las expresiones de disgusto y los estímulos desagradables, mientras que el putamen es el encargado de planificar la respuesta activa, como puede ser agredir a la persona odiada o adoptar una actitud de defensa.
"El hecho de que las zonas del putamen y la ínsula también se activen por el amor romántico no es sorprendente, ya que ambas pasiones pueden conllevar actos irracionales y agresivos", explica a elmundo.es Semir Zeki, coordinador de la investigación.
Los canales propios
Pero junto a estas regiones, el 'circuito del odio' transcurre por vías propias y distintas a la de otros sentimientos. Así, se adentra en la corteza frontal, encargada entre otras cosas de predecir y anticipar las acciones de los otros.
Además, los autores han descubierto que una diferencia fundamental entre el amor y el odio es que "con el primer sentimiento se desactivan partes de la corteza cerebral relacionadas con el juicio y el razonamiento mientras que esto no se produce en el caso del odio, que sólo es capaz de desactivar una pequeña zona localizada en la corteza frontal".
"Mientras el amante es siempre menos imparcial y no atiende al sentido común en lo que respecta a la persona amada, el individuo que odia no suele perder el juicio sino que es muy consciente de los pasos que da y las acciones que emprende contra el individuo odiado", señalan los investigadores.
Asimismo, el trabajo descubre que el odio tampoco comparte un patrón cerebral con otros sentimientos con los que podría tener algo que ver, como la ira, el enfado o el miedo. La amígdala, el cingulado anterior, el hipocampo, las regiones medio temporales y la corteza orbifrontal no tienen ninguna función para odiar pero sí son importantes para los otros sentimientos mencionados. Otro de los hallazgos del equipo británico es que cuanto mayor es el odio que se siente hacia una persona, mayor es la actividad en las áreas cerebrales implicadas.
Para Zeki, además de ayudar a comprender mejor el funcionamiento del cerebro humano, "el descubrimiento puede tener implicaciones en otros ámbitos, como por ejemplo en los juicios a criminales". "Cada vez sabemos más del cerebro. Si es ético o biológicamente deseable interferir en estas emociones básicas humanas es otra cuestión que la sociedad debatirá a su debido tiempo", concluye.

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