El terremoto mundial llamado Barack Obama sigue sacudiendo Israel y no solo por la sobada pregunta que los israelíes se hacen sobre si el nuevo presidente norteamericano "será bueno o no para el país". La opinión pública debate estos días si es posible un Obama local. Se pregunta, por ejemplo, si un 'mizraji' (judíos de origen oriental) o un inmigrante etíope pueden llegar a la jefatura de Gobierno, hasta hoy solo ocupada por líderes 'ashkenazim' (del centro y este de Europa).
"En 60 años de la historia de Israel, no ha habido ningún primer ministro 'mizrahi'. No es un dato casual, sino que refleja desigualdad y que la élite 'ashkenazi' siempre ha copado el poder, teniendo más posibilidades y medios. La victoria de Obama es un buen ejemplo a seguir", opina el ex ministro de Exteriores y dirigente del Likud, Silvan Shalom, un 'mizraji' nacido en Túnez.
El llamado 'efecto de origen' ha estado presente en Israel desde sus inicios y en especial con las masivas olas migratorias de judíos de los países árabes y las no siempre exitosas formas de absorción. Un asunto social, económico y político que ha provocado luchas, acusaciones, insultos, chistes pero también una mayoría de familias mixtas. Incluso en el popular programa 'Gran Hermano' (primera temporada en Israel) hay una lucha titánica, real y cachonda entre los participantes 'ashkenazím' y 'mizrajím'.
"Lloramos de envidia" o 'No we can´t' son algunos de los titulares en Israel al apuntar que es difícil encontrar un Obama autóctono. Varios analistas han recordado a Shlomo Ben Ami como el que pudo haber sido... El que fuera embajador israelí en España, dirigente laborista y posteriormente ministro en el Gobierno de Ehud Barak, tenía todas las condiciones para llegar a lo más alto: inteligencia, brillantez académica, honestidad y lúcida retórica, siendo para muchos el 'mizraji' (nació en Marruecos) con más posibilidades de ser primer ministro. Pero el fracaso de la cumbre de Camp David y la explosión de la Intifada hace ocho años enterraron su meteórica carrera política.
Algunos apuntan que Ben Ami nunca hubiera llegado a la jefatura del Gobierno "debido a su origen". Una acusación que rechaza Dubi Weisglass, director de la oficina del ex primer ministro, Ariel Sharon: "Descarto completamente esta insinuación. Encontrar al Obama israelí no tiene que ver con 'ashkenazim' o 'mizrajim' sino con hallar un líder de su capacidad, talento, retórica y carisma. En estos momentos no lo hay".
El intelectual Eli Amir -que llegó a Israel en el año 50 procedente de su Bagdad natal- se indigna con las comparaciones entre orientales y afroamericanos: "Los negros fueron traídos a EEUU para ser esclavos y construir a los blancos su tierra prometida. Nosotros, los judíos orientales, llegamos a Israel de forma voluntaria y para cumplir un sueño de miles de años de vivir en el hogar del pueblo judío. Yo soy oriental, no negro. Amo y apoyo su lucha por la libertad e igualdad de derechos en EEUU pero su causa y circunstancias son diferentes de las nuestras".
Con más humor se lo ha tomado el líder laborista y ministro de Defensa, Ehud Barak: "Bueno, al menos ha ganado un Barack", en alusión a sus nulas posibilidades de ser elegido en los próximos comicios israelíes.
Dejando de lado los orígenes, el comentarista Yoel Marcus lo tiene claro, Barack Obama en hebreo se dice Tzipi Livni: "El cambio debe llegar a Israel y por eso es preferible que gane Livni. Como Obama, representa algo nuevo, una forma diferente de política, un cambio".
Pero como escribe Uri Meshagev, el problema no es encontrar el Obama israelí sino cambiar el sistema político pendiente de cada voto y apoyo interesado en un Parlamento atomizado. "Imagínense que Obama gana las elecciones en Israel. Al día siguiente tendría que ponerse a luchar y romperse la cabeza para formar una frágil coalición de Gobierno y ser victima de campañas para deslegitimarle. Solo hay algo peor que esperar al Mesías: recibirle y asumir que no puede cambiar nada".
"En 60 años de la historia de Israel, no ha habido ningún primer ministro 'mizrahi'. No es un dato casual, sino que refleja desigualdad y que la élite 'ashkenazi' siempre ha copado el poder, teniendo más posibilidades y medios. La victoria de Obama es un buen ejemplo a seguir", opina el ex ministro de Exteriores y dirigente del Likud, Silvan Shalom, un 'mizraji' nacido en Túnez.
El llamado 'efecto de origen' ha estado presente en Israel desde sus inicios y en especial con las masivas olas migratorias de judíos de los países árabes y las no siempre exitosas formas de absorción. Un asunto social, económico y político que ha provocado luchas, acusaciones, insultos, chistes pero también una mayoría de familias mixtas. Incluso en el popular programa 'Gran Hermano' (primera temporada en Israel) hay una lucha titánica, real y cachonda entre los participantes 'ashkenazím' y 'mizrajím'.
"Lloramos de envidia" o 'No we can´t' son algunos de los titulares en Israel al apuntar que es difícil encontrar un Obama autóctono. Varios analistas han recordado a Shlomo Ben Ami como el que pudo haber sido... El que fuera embajador israelí en España, dirigente laborista y posteriormente ministro en el Gobierno de Ehud Barak, tenía todas las condiciones para llegar a lo más alto: inteligencia, brillantez académica, honestidad y lúcida retórica, siendo para muchos el 'mizraji' (nació en Marruecos) con más posibilidades de ser primer ministro. Pero el fracaso de la cumbre de Camp David y la explosión de la Intifada hace ocho años enterraron su meteórica carrera política.
Algunos apuntan que Ben Ami nunca hubiera llegado a la jefatura del Gobierno "debido a su origen". Una acusación que rechaza Dubi Weisglass, director de la oficina del ex primer ministro, Ariel Sharon: "Descarto completamente esta insinuación. Encontrar al Obama israelí no tiene que ver con 'ashkenazim' o 'mizrajim' sino con hallar un líder de su capacidad, talento, retórica y carisma. En estos momentos no lo hay".
El intelectual Eli Amir -que llegó a Israel en el año 50 procedente de su Bagdad natal- se indigna con las comparaciones entre orientales y afroamericanos: "Los negros fueron traídos a EEUU para ser esclavos y construir a los blancos su tierra prometida. Nosotros, los judíos orientales, llegamos a Israel de forma voluntaria y para cumplir un sueño de miles de años de vivir en el hogar del pueblo judío. Yo soy oriental, no negro. Amo y apoyo su lucha por la libertad e igualdad de derechos en EEUU pero su causa y circunstancias son diferentes de las nuestras".
Con más humor se lo ha tomado el líder laborista y ministro de Defensa, Ehud Barak: "Bueno, al menos ha ganado un Barack", en alusión a sus nulas posibilidades de ser elegido en los próximos comicios israelíes.
Dejando de lado los orígenes, el comentarista Yoel Marcus lo tiene claro, Barack Obama en hebreo se dice Tzipi Livni: "El cambio debe llegar a Israel y por eso es preferible que gane Livni. Como Obama, representa algo nuevo, una forma diferente de política, un cambio".
Pero como escribe Uri Meshagev, el problema no es encontrar el Obama israelí sino cambiar el sistema político pendiente de cada voto y apoyo interesado en un Parlamento atomizado. "Imagínense que Obama gana las elecciones en Israel. Al día siguiente tendría que ponerse a luchar y romperse la cabeza para formar una frágil coalición de Gobierno y ser victima de campañas para deslegitimarle. Solo hay algo peor que esperar al Mesías: recibirle y asumir que no puede cambiar nada".
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