jueves, 4 de septiembre de 2008

Palabras muertas que aún viven en el diccionario



por Ricardo Soca



La Academia Española no se caracteriza, como sabemos, por su agilidad en la incorporación de nuevos vocablos ni tampoco, ciertamente, por su presteza en la hora de eliminar términos abandonados por el uso y olvidados por los hablantes. Este último caso parece ser el de zurruscarse, vocablo que figura en el Diccionario con la denotación de 'irse de vientre involuntariamente'.
En la primera edición (Autoridades), más precisa en este punto, se aclaraba que la acción enunciada por este verbo tenía lugar 'especialmente con ruido o en la ropa'.
Mientras zurruscarse enmohece en el diccionario y ni siquiera existe en el corpus actual de la Academia, me parece poco probable que algún lector se haya topado alguna vez con un pedido tal como "Oye, me he zurruscado, ¿podrías ir a mi casa a buscarme un pantalón limpio?" No menos útil para una persona que se precie de poseer vocabulario rico y presto para todas las eventualidades es la palabra bardaje, que, según el mismo Diccionario nos enseña, denota 'homosexual paciente' y de la cual aparecen cuatro casos en el corpus, sin duda todos ellos tomados del Diccionario. El calificativo paciente no está allí, obviamente, para excluir a los homosexuales que tienen poca paciencia, sino para delimitar el alcance del término a los pasivos pero, en todo caso, parece altamente improbable que este extraño vocablo pueda oírse en nuestra época con mucha frecuencia en cualquier lugar del área hispanohablante. La ideología católica y reaccionaria ha marcado –sobre todo hasta el siglo pasado– muchas definiciones del diccionario, como la de marxismo que, hasta 1970, era definido como "doctrina de Carlos Marx y sus secuaces".
Ese texto quedó atrás en la edición de 1984, nueve años después de la muerte de Franco, pero el peso de la ideología se arrastra hasta hoy en vocablos surgidos en el tiempo en que la mujer era considerada un ser inferior, que se mantienen en el acervo académico como una costra que espera ser limpiada. Vemos, por ejemplo, la palabra zurrona 'mujer perdida y estafadora'.
No sabemos en qué casos podría aplicarse esta doble adjetivación y el Diccionario no lo explica; tal vez a una prostituta que se niega a prestar sus servicios después de haber recibido el dinero del cliente, aunque en ese caso sería sin duda estafadora, pero ya no tan perdida, puesto que rehúsa conceder sus pecaminosos favores. Por supuesto, un zurrón no es para el DRAE un hombre perdido y estafador, sino una simple bolsa de cuero. Algunas definiciones se arrastran desde la Edad Media, de una época en la que el avance de la ciencia no había hecho necesario aún desarrollar el concepto mismo de definición, que vino junto con la idea, relativamente reciente en términos históricos, del rigor científico.
En esa época, las palabras eran explicadas como en el diccionario de Covarrubias, con base en la primera idea que aparecía en la cabeza del autor, o bajo la influencia del humor con que se había despertado aquel día. Un ejemplo de ese tipo, de tufo medieval y anticientífico, lo tenemos en la entrada sobre el ñu, definido como 'antílope africano semejante a un caballito y con cabeza de toro', poética descripción acogida también por María Moliner y que figura en el Diccionario hasta la última edición.

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