miércoles, 22 de octubre de 2008

Cuando la sed no es nada y el tamaño es todo



21 de octubre de 2008.-
Deslizo hacia el Sur la cremallera de mis Levi´s 501; acaricio mi glande escurridizo, gigante y cavernoso y lo ayudo a salir de su guarida de algodón. Y las cuentas, malditas matemáticas, no salen. Según los gurús de la geometría genital, la media del pene masculino es de 13,58 centímetros. Vale que los números no son lo mío, que la calculadora es infalible, que perro ladrador, poco mordedor... pero 13 centímetros son una miseria biológica, un aperitivo sin sustancia, una cerveza sin alcohol, una tortilla sin cebolla o un coche sin ruedas.

A lo largo de mi volcánica trayectoria sexual –un eterno ir y venir de poetas exiliados, cariátides calientes y cubismos desvaídos– he observado, amamantado y hasta poseído cientos de penes.
Y salvo algunas microputadas que merecen derrumbarse en el ostracismo del olvido, la Humanidad guarda sorpresas maravillosas entre las piernas.
Sorpresas inmensas, caucásicas y mulatas, rosáceas y azabache, rectas y deliciosamente curvadas, rasuradas, atrabiliarias, encendidas, europeítas de bien y tropicales almibaradas, sumisas y dominantes, salvajemente afiladas, pubertas y maduras, despiertas y dormidas. Y –que me perdonen los sabios de 'la cosa' científica– casi siempre al otro lado de la frontera mágica de los 18. Centímetros, se entiende.

La editorial Taschen, que en su día saboreó éxito y fortuna con The Big Book of Breasts –su biblia fotográfica de tetas, pezones y demás metralla mamaria–, vuelve al ataque ultraensorial con otro bombazo: The Big Penis Book (El libro de los penes grandes).
Este libro-milagro, que ya ha sido número uno en ventas en algunos países de Europa, recopila 400 fotografías XXL. La portada –tapa dura durísima y diseño deluxe– ya apunta maneras con el pene más dotado del momento: 27,94 centímetros.

A partir de ahí, todo es posible: Mike The Spike retratado por el fotógrafo de culto David Hurles, una imagen inédita de los 35 centímetros de John Holmes –mito del porno devastado por la coca, el sida y los orgasmos–, los testículos afrutados del actor Rocco Rozolli, marines bajo la ducha, jinetes sin caballo, resacas sin censura, sudor en blanco y negro... En definitiva, semen a la carta rescatado de colecciones privadas, archivos históricos o revistas descatalogadas de los años 70 y 80.

«Cuando un hombre tiene un pene muy grande quiere mostrarlo y que los demás lo miren», explica Dian Hanson, editora de los libros de sexo de Taschen. Este espíritu exhibicionista –que yo comparto, faltaría más– se traduce en fotografías más o menos amateurs, más o menos calientes y siempre explícitas. La señora Hanson, que al parecer está muy versada en la rama más húmeda de la cultura popular, asegura que todos los protagonistas de esta biblia fálica cumplen un único requisito: tener un compañero de viaje que supere los 20 centímetros. Un privilegio al alcance, únicamente, del 2% de la población mundial.

Hembras timoratas, maricas reprimidos, gays sin redención, heteros envidiosos, voyeurs con clase, adictos al rosario, artistas del deseo y demás urbanitas del pecado: aquí está Taschen, una vez más, para sacudirnos el sopor de la conciencia. Porque no hay nada mejor que una buena ración de pollas para explotar de envidia... o morir de amor.

Postdata. Como soy un profesional serio, aplicado y concienzudo, me he documentado a fondo antes de escribir este post tan exquisito como sutil. Y la Naturaleza, que siempre me sorprende, me ha vuelto a dar una lección de vida: el pene de los chimpancés mide entre 10 y 15 centímetros; la serpiente tiene dos penes con púas, ranuras para expulsar el semen y demás aberraciones sin sentido; la ballena, cuyo coito dura 30 segundos, tiene un miembro de tres metros de largo y 30 centímetros de diámetro; la entrepierna del ciervo es, según me cuentan, puro músculo –eso sí; el orgasmo no supera los diez segundos (lo que viene siendo un empujón)–; el elefante presume de un metro y medio de herramienta; el delfín es discreto –20 centímetros–, pero tiene ¡punta giratoria!; y el caracol, que es un maestro, tiene un miembro tan grande como el propio animal. Con dos cojones.

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