http://www.elcastellano.org/ns/edicion/2008/noviembre/adolescens.htmlCortan palabras, eliminan las vocales, mezclan distintos idiomas. Para ellos es más fácil y divertido. Para que sus padres los entiendan les enseñan sus nuevos códigos. Secretos para comprenderlos "¿A qué hora venís?", pregunta el celular de Jimena, mediante mensaje de texto (SMS), a su hija Loana de 15 años. "dsp vy con ls chks kdt trnky", responde el teléfono de Loana invadido de stickers. La traducción del mensaje sería la siguiente: Después voy con las chicas. Quedate tranquila. Si usted se pregunta si los jóvenes de hoy tienen un lenguaje propio, la respuesta sería sí. Si es una reconversión del castellano adaptado al ahorro de terminología, pocos lo saben. Si la sociedad y el resto de los mortales más preocupados por entenderlos, sus padres, logran esa misión, tampoco se sabe. Si tienen que imitarlos, copiarlos, retarlos o felicitarlos, mucho menos. Pocos se les animan.
Nadie quiere un cuestionamiento del tipo: "Nadie me entiende". Pero, ¿Es fácil entenderlos, y encima ahora con lenguaje propio? Todos saben que será pasajero. Que la mayoría de los humanos llegan a la adultez antes siendo un adolescente. Que no queda otra. También están los que sostienen que antes no era así, pero eso sería de otro tema. A diferencia de lo que se cree, ellos conocen muy bien sus gustos. Reconocen su adicción por las nuevas tecnologías, son sus confidentes. Son los que crecieron jugando con el Tamagochi (el polémico juguete virtual japonés). Si no tienen celular, mp3, ipot, cámara de fotos digital, entre otros, lo quieren tener. El patrimonio electrónico/tecnológico se impone por el de los libros. El ahorro de tiempo y energía los lleva a economizar vocales, reglas de puntuación y acentuación. Esta crónica no es una crítica al modo de comunicarse de los adolescentes. Es tan sólo una manera de poder descifrar códigos propios, que muchas veces escapan a los códigos de los adultos. Algunos especialistas se animan a comparar el fenómeno con el surgimiento de algo nuevo.
Que el lenguaje es movimiento constante dejó de ser una duda. Y ellos, sin saberlo, son sus protagonistas. Ya no sólo preocupa de qué hablan nuestros jóvenes, sino cómo lo hacen. Dixit teen (diccionario adolescente) Para descifrar algunos pequeños códigos hay que tener en cuenta ciertas consideraciones. Las vocales no existen, se dejaron de usar. "Es más sencillo de lo que creés, cuando te das cuenta ya estás escribiendo como nosotros -teoriza Chepe-. Cuando querés decir "tampoco" tenés que escribir "tmp"; o para decir también ponés "tmb". Acaba de cumplir 15, y afirma que tiene teléfono propio desde que tomó la primera comunión, cinco años atrás. "Ya soy un verdadero especialista, ahora estoy tratando de enseñarle a mis viejos. Mi hermanito que acaba de cumplir 10 pidió un celular de regalo y ya escribe como yo". Su nombre es Jazmín pero sus amigas le dicen "Yaz".
Tiene 15 recién cumplidos y mientras responde come papas fritas sin parar. El paquete es tan grande que le tapa por completo la cara. Se reconoce adicta al celular, "más que nada a mandar mensas", y a "estar bien lookeada". Que sería algo así como estar a la moda: chupines de colores, remera pintada y zapatillas de lona. "No soy floger, -se defiende-, sólo me gusta verme bien, usar ropa linda, pero no tengo un fotolog". Dice que quiso ponerse un "pircing" (aro) en la boca "pero no me dejaron". Acostumbrada a mezclar todo el tiempo palabras del inglés, cuando tiene que definir su estilo, sintetiza "cashualllllll y fashionnnnnn". Se podría decir que Lisandro vendría a representar a una pequeña minoría.
No es que escriba con acentos y comas, pero cuando usa el sistema de mensajes usa todas las vocales. "Trato de escribir bien, porque se que es importante. -sostiene Lisandro-. Lo que pasa ahora es una moda, algo pasajero". Cuenta que en este momento está releyendo "Rayuela", de Julio Cortázar, que es su escritor preferido. Sabe que cuando termine la secundaria quiere estudiar letras y mientras tanto participa de un taller de escritura.
"Uso poco el celular, lo tengo desde los doce porque mi mamá, por cuestiones de seguridad, quería que lo tenga". Ante la duda de si es un "bicho raro", o si sus pares así lo ven, responde "no, para nada. Hay muchos como yo". Cuando se los consulta por el tema de la lectura, pareciera que se les personificara el demonio en pinta. Se espantan. Responden que sólo lo necesario y otros dicen que lo único que leen son los fotologs de sus amigos. "Se escribe igual que con los mensajitos -relata Aylu (una novedad radica en que cuando se les pregunta por su nombre, todos responden con su sobrenombre)-. La "K" reemplaza a la "Q" y si querés decir "te quiero mucho" sólo necesitás tres letras: TKM". Agustín tiene doce años y, por mail, responde acerca del diccionario bilingüe de los adolescentes, "también mezclamos palabras del inglés con el castellano, por ejemplo: 'estoy a full': significa estoy al máximo, la palabra full te lo dice". "Hoy está re heavy", la traducción sería: hoy está re pesado. Cuando su hijo le responde, "con carpa no hice la tarea", le está diciendo que en realidad no hizo la tarea, con carpa reemplazaría a "en verdad". Si le dice "flasheaste", intenta decirle que hiciste alguna estupidez. Si alguna vez escuchó que le dijeran "rescatate", le estaban advirtiendo que deje de hacer algo, que no lo haga más. "Alto peinado", es cuando se están refiriendo a un peinado grotesco. Por último, dice Agustín, "el adolescente (como si él no lo fuera) en ves de decir 'no', usa el 'nahh'; es por una cuestión de no comunicarse, de usar menos palabras, de hacer más corta la oración". "¿Por qué son malas las palabras? ¿Les pegan a las otras? ¿Son malas porque son de mala calidad?", se preguntó Fontanarrosa, en su ciudad natal Rosario, durante el III Congreso Internacional de la Lengua Española. Pareciera ser que nadie mejor que ellos entendió esta ponencia. Comienzan cualquier oración diciendo "boludo me encanta esa remera", o "no me digas que no viene boludo". Al comienzo, en el medio o al finalizar una oración el "boludo" está. Pareciera ser la palabra fetiche. Juje "las dos veces con jota, así se escribe", (exige que se escriba bien su apodo) aceptó el juego de contar cuántas veces durante una mañana, junto a sus compañeras de colegio, escuchó la palabra "boludo.". Sin decírcelo a sus amigas anotó prolijamente en un hoja cuadriculada cada nombre y su respectiva cruz. Cada cruz sería una palabra. Como el margen de la hoja no alcanzó tuvo que continuar del otro lado. Al final de la hoja colocó el total individual y luego un general: "No lo puedo creer, entre las siete sumamos 237.¡Incredibleeeee!". "Mi amigo lo dice, entonces yo también" En la investigación "El lenguaje de los adolescentes", de la Lic Rosa Chaves Padilla de la Universidad de Costa Rica, se explica que: "El signo lingüístico producido por el adolescente revela un patrón de conducta propio de individuos que no se ajustan a esquemas que han dispuesto los sectores dominantes, en este caso, los adultos. Es interesante e importante, observar lo que fluye a través de este lenguaje, pues, en ocasiones, se puede leer una buena dosis de rebelión contra lo normativo y el adolescente desea imponer sus propias reglas, según su conveniencia; en otros momentos refleja afinidad con los de su misma edad, o temor al rechazo del grupo; otras veces, manifiesta una auténtica falta de identidad y como 'mi amigo lo dice, entonces yo también'". Chaves Padilla agrega que el adolescente , "adopta modelos ajenos, y no busca su propia identidad. Todos sabemos que es una etapa crucial en la vida del individuo para afirmar su personalidad, y en esa lucha por ser él mismo, experimenta estados de ánimo fluctuantes, aumentan las ansiedades y tiene que enfrentarse a la imperante necesidad de formar su autonomía, su identidad como persona que interactúa dentro una sociedad". "Los adultos, sobre todo aquellos que tienen mala memoria, suelen preguntarse por qué razón los adolescentes suelen tener un lenguaje diferente. -explica la Psic. Laura Mariani, Coordinadora del Centro Integral de Psicología Integrada-. En general, todos sabemos que aprendemos a hablar por imitación y a través de aquellos referentes jerarquizados, más por el afecto que, por una admiración académica". Además, agrega que "es muy común que durante la escolaridad el niño incorpore palabras y modismos empleados por sus compañeros preferidos". Para Mariani, en la adolescencia y en la adultez ocurre lo mismo, "sólo que optamos por seleccionar a nuestros modelos a partir de otros valores. Es allí cuando buscamos expresarnos a la manera de nuestros pares o de aquellas personas que componen nuestro grupo de pertenencia. El lenguaje es algo vivo, dinámico y significativo que propone una forma de comunicación. La propuesta es tratar de comprenderlo, lo que no quiere decir precisamente justificarlo". En otra época hubo una generación que sorprendía a la sociedad con frases del estilo: "no quiere más lola" o "el último orejón del tarro". La sociedad se acostumbró, pero sólo fue algo pasajero. Es que permanentemente las distintas generaciones se suelen tomar licencias, que le otorgan copyright propio, y así la lengua demuestra su contínuo movimiento. A sólo ocho años del inicio del siglo XXI, en donde muchos hablan del siglo de las comunicaciones, de la hiperconectividad, los jóvenes le imprimen su estilo y predican nuevos cambios. Es apresurado conjeturar si es algo pasajero o definitivo. Por ahora, simplemente, da cuenta que la lengua está más viva que nunca. El lenguaje de los jóvenes Por Claudia Fino (*): "Mi opinión acerca de la utilización de las nuevas tecnologías (los mensajes por celular, el chat, etc.) por la mayoría de los adolescentes y también por gran parte de quienes acceden a ella es que seguramente llegue a afectar tanto a la escritura como a la oralidad de las personas, pero difícilmente podamos medir ahora en qué porcentaje. El problema no está en estas modificaciones que son naturales a los procesos de algo que está vivo y que la lengua tuvo que sedimentar con cada "apocalíptica" innovación tecnológica que declaraba su deterioro (pensemos desde la imprenta en adelante todos los cambios que alteraron los intercambios lingüísticos tanto orales como escritos)". "El punto a focalizar es qué lugar le dan los ámbitos educativos a esas transformaciones y de qué modo se incorporan estas nuevas tecnologías en la enseñanza. Particularmente, que los adolescentes acorten las palabras, incorporen términos de otras lenguas, usen abreviaturas y signos personales, eliminen las vocales en sus mensajes y en sus manifestaciones lingüísticas interpersonales, me resultan incorporaciones propias a un sentido de pertenencia que debe existir, que es necesario tanto en las franjas etarias como en los grupos con gustos y afinidades específicas, las tribus, etc. Siempre los hubo, cada generación con la tecnología que le toca vivir. Ahora, lo que se complica es la adecuación y la no visualización de dónde se utiliza cada código". "Me parece que no es problema de los adolescentes y de estas lenguas que se generan sino de los ámbitos educativos y las falencias que todos conocemos. Es verdad que la lectura amplía el vocabulario y permite diferenciar registros y su adecuación en situaciones apropiadas. Pero ¿qué vamos a decir? ¿que los chicos no tienen el hábito de la lectura? ¿y los grandes? Si el chat los aleja de la lengua de los adultos,... ¿acaso es más valorable una lengua tinelliana, una lengua de la peor televisión, que un código adolescente? Tribus las hay de todas las especies, con sus propios códigos lingüísticos. La cuestión es dónde se usan. Y ese sentido de adecuación, de discriminación, de ubicación que nos ayuda a pararnos en cada momento lingüístico de nuestra vida social está en nuestra educación (escolar, familiar, estética, mediática... para no adjudicarle todo a la institución escolar ¿no?)". (*)La licenciada Claudia Fino es profesora adjunta de la cátedra de Lingüística de la facultad de Periodismo, profesora de Lingüística en la facultad de Psicología en Humanidades, y profesora del nivel secundario en el Colegio Nacional.